Un 1° de Mayo no se espera la calma. Año tras año, previo a la manifestación llueven las preguntas: que si vamos muchos, que si vamos pocos, que si hay tropel, nos preguntamos qué van a hacer los sindicatos, dónde estarán los estudiantes, entre otras. Pero lo que hemos visto hoy es un hito para el país: marchas masivas el Día Internacional de la Clase Obrera después de tres días de manifestaciones. Manifestaciones que los medios tradicionales han querido opacar con los pocos casos de vandalismo y dando información errónea. Vimos jóvenes, viejos, mujeres embarazadas, personas del sector LGBTIQ, gente de todos los grupos sociales, más que indignados, hartos del abuso y sin miedo de protestar, porque esta no fue la típica marcha conmemorativa de cada año, este un reclamo nacido del dolor de un país víctima de atropellos históricos que están alcanzando límites inimaginables.
Una reforma tributaria en plena pandemia, en la que se han incrementando los gastos de guerra mientras las ayudas, vacunas y demás parecen no importarle al Estado. Además de ser una reforma que no soluciona el déficit fiscal sino que exprime a la clase media y baja mientras sigue otorgando beneficios a los más grandes grupos empresariales, una reforma que afecta gravemente el sector cultural, una reforma a la salud que no es clara respecto a las condiciones de los trabajadores del sector, una reforma que aumenta el IVA en productos de la canasta familiar pero se los quita al armamento militar.
Y no sólo es la reforma. Este gobierno y esta pandemia nos han dado panoramas desoladores: vendedores ambulantes siendo atacados constantemente por la policía en un momento en que no tienen cómo alimentar a sus familias, miles de pequeños empresarios en bancarrota, prostitutas que no tienen ahora una fuente de ingreso, masacres en varias partes del país, coronado todo por una noche de horror donde la fuerza pública se fue una vez más en contra de los manifestantes disparándoles con armas de fuego. Anoche en Cali asesinaron a catorce personas, entre ellas a un menor de edad. Toda esta triste lista fue el caldo de cultivo perfecto para que se rebele una generación que no tiene nada que perder.
Y es en serio que no tiene nada que perder: con la situación paupérrima en que se encuentra el trabajo, la educación pública, la seguridad, la salud y los fondos de pensiones, a los colombianos de hoy parece no temblarles la mano para alzar una pancarta o tirar una piedra donde se necesite. Ya no es necesario a seguir a un grupo sindical, esta vez no hizo falta un capucho que iniciara la revuelta, ni una organización estudiantil que dirigiera la manifestación, en las fotos vemos a la ciudadanía plena, insatisfecha y conmovida que hoy se tomaron las ciudades del país para pelear por lo que es nuestro y que el gobierno de manera descarada insiste en arrebatarnos.