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Comienza

EL SILENCIO DE LAS ARTES

Los últimos meses en Colombia hemos presenciado situaciones convulsas que han despertado sentimientos en todos nosotros, tanto a favor como en contra de las ideas expresadas alrededor del Paro Nacional del 2021. Este suceso se ha destacado de las otras movilizaciones ciudadanas porque parece que –por fin– se ha dado una voz a todas las capas de la sociedad que estaban cansadas de tener que soportar la situación de un país a la deriva. No obstante, existe una voz que a pesar de siempre haber sido de las más fuertes y resonantes a lo largo de la historia está brillando por su ausencia: las artes. En este momento, cuando más se necesita el apoyo de las artes para generar cambios estructurales en la cultura de nuestro país, estas decidieron susurrar en lugar de generar ecos.

Ahora, es necesario ser precisos al respecto cuando hablamos de “las artes”. Si bien hemos visto expresiones artísticas a lo largo de toda la protesta social por medio de música, fotografías, pintura y performances, una gran parte de las instituciones que llevan la batuta de las artes en el país y las personas que se mueven en sus círculos han decido tomar una postura tibia e indefinida ante la situación actual; apuñalando al país y dándole la espalda a la generación de contenidos que ayuden a comprender los retos a los que nos enfrentamos cada día como la sociedad fragmentada que somos.

No ha salido el primer museo de gran formato a socializar de forma continua la situación actual de Colombia, más allá de aquel jueves 13 de mayo cuando varios museos hicieron un paro. Este paro fue un proyecto interesante que proponía convertir los discursos de los museos en algo más interactivo, poniendo al servicio de la ciudadanía sus plataformas y recursos para hacer eco de la situación alrededor del paro a nivel nacional e internacional. Todo sonaba muy bonito y comprometido, pero no pasó más de un par de días, que ni siquiera fueron una semana y estas instituciones regresaron a sus discursos políticamente correctos guardando silencio ante la situación. Resulta frustrante ver cómo muchas de estas instituciones se han quedado cortas de palabras cuando es vital la reproducción de estos espacios para acercar de nuevo a las personas a los museos y comprenderlos desde nuevas perspectivas más allá de gabinetes de curiosidades o sitios con cosas viajes y bonitas. Es necesario que los museos comiencen a ser actores políticos en la sociedad para generar empatía con cada uno de los ciudadanos que los habitan, pues de esta manera se abraza no solamente la identidad y la historia, sino también al otro que no siempre está representado en pinturas y esculturas.

Si vamos al otro lado de la balanza por fuera de las instituciones culturales, vemos que a grandes personajes de la música contemporánea como J Balvin o Shakira han mostrado su indiferencia ante la situación actual. En múltiples ocasiones el cantante paisa se ha escudado argumentando que él es solo un cantante y que, por esta razón, no tiene porque opinar sobre temas políticos. Sin embargo, el “Niño e’ Medellín” ignora que la música puede tener un mensaje político e ir más allá para ser una plataforma que despierte la empatía de otros ante una situación en particular. Nadie le va a pedir a un cantante como Balvin que haga un statement político como lo hacen bandas tipo Pussy Riot porque le faltan huevas, pero que al menos, tenga más empatía con los ciudadanos de a pie que lo vieron crecer. Y es que son muchos los casos de grandes artistas de la industria musical que han alzado su voz en momentos de crisis solidarizándose con sus países de origen; tal como fue el caso de Mon Laferte con su denuncia de los abusos de la fuerza pública de Chile o incluso el de Bad Bunny acompañando las protestas en contra del gobernador de Puerto Rico, pero para Colombia, pedirle empatía a sus artistas exitosos parece que es como pedirle peras a los olmos.

En un país donde las artes viven en los extremos de agonizar o ser opulentas, permitir que quienes llevan el dominio de los espacios que las promueven guarden silencio es ser cómplice de su indiferencia. En contextos artísticos, observar las situaciones del presente desde una perspectiva estética, significa no solo exponer lo disfuncional y absurdo de una sociedad, sino también comenzar a producir resonancias e ideas que nos conduzcan a espacios donde pensar soluciones posibles. Por dicha razón, se hace necesario repensar, cuestionar y politizar cada uno de estos lugares y personas, pues no pueden quedarse estáticos mientras desangran al país cada noche. Los óleos de Andrés de Santa María seguirán en el Museo Nacional, pero los murales que denuncian las necesidades de una sociedad son borrados rápidamente de las calles y de nuestra memoria.

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Parar ya no es suficiente

Un 1° de Mayo no se espera la calma. Año tras año, previo a la manifestación llueven las preguntas: que si vamos muchos, que si vamos pocos, que si hay tropel, nos preguntamos qué van a hacer los sindicatos, dónde estarán los estudiantes, entre otras. Pero lo que hemos visto hoy es un hito para el país: marchas masivas el Día Internacional de la Clase Obrera después de tres días de manifestaciones. Manifestaciones que los medios tradicionales han querido opacar con los pocos casos de vandalismo y dando información errónea. Vimos jóvenes, viejos, mujeres embarazadas, personas del sector LGBTIQ, gente de todos los grupos sociales, más que indignados, hartos del abuso y sin miedo de protestar, porque esta no fue la típica marcha conmemorativa de cada año, este un reclamo nacido del dolor de un país víctima de atropellos históricos que están alcanzando límites inimaginables.


Una reforma tributaria en plena pandemia, en la que se han incrementando los gastos de guerra mientras las ayudas, vacunas y demás parecen no importarle al Estado. Además de ser una reforma que no soluciona el déficit fiscal sino que exprime a la clase media y baja mientras sigue otorgando beneficios a los más grandes grupos empresariales, una reforma que afecta gravemente el sector cultural, una reforma a la salud que no es clara respecto a las condiciones de los trabajadores del sector, una reforma que aumenta el IVA en productos de la canasta familiar pero se los quita al armamento militar.


Y no sólo es la reforma. Este gobierno y esta pandemia nos han dado panoramas desoladores: vendedores ambulantes siendo atacados constantemente por la policía en un momento en que no tienen cómo alimentar a sus familias, miles de pequeños empresarios en bancarrota, prostitutas que no tienen ahora una fuente de ingreso, masacres en varias partes del país, coronado todo por una noche de horror donde la fuerza pública se fue una vez más en contra de los manifestantes disparándoles con armas de fuego. Anoche en Cali asesinaron a catorce personas, entre ellas a un menor de edad. Toda esta triste lista fue el caldo de cultivo perfecto para que se rebele una generación que no tiene nada que perder.


Y es en serio que no tiene nada que perder: con la situación paupérrima en que se encuentra el trabajo, la educación pública, la seguridad, la salud y los fondos de pensiones, a los colombianos de hoy parece no temblarles la mano para alzar una pancarta o tirar una piedra donde se necesite. Ya no es necesario a seguir a un grupo sindical, esta vez no hizo falta un capucho que iniciara la revuelta, ni una organización estudiantil que dirigiera la manifestación, en las fotos vemos a la ciudadanía plena, insatisfecha y conmovida que hoy se tomaron las ciudades del país para pelear por lo que es nuestro y que el gobierno de manera descarada insiste en arrebatarnos.

5 escritoras colombianas para conocer en la cuarentena

Hoy 23 de Abril se celebra tanto el Día del Libro, como el Día del Idioma. Por esta razón, les traemos cinco libros de escritoras colombianas que nos gustaría que conocieran y que podrían ayudarles a pasar más fácil estos días de encierro durante la cuarentena.

Parra, Lina María. Llorar sobre la leche derramada. Bogotá: Animal Extinto Editorial, 2020. Impreso. 

Lina María Parra

Autora y docente antioqueña, publicó en el año 2018 su primer libro de cuentos titulado Malas posturas (Editorial Eafit), un libro donde se reflexiona entre la relación enfermedad-cuerpo a través de las visiones de la sociedad sobre lo que es saludable, correcto o bello. En este caso, su libro de cuentos Llorar sobre leche derramada, nos muestra una realidad que nos hace sentir identificados, pero que se va desdibujando en medio de la historia. Las letras de Parra nos hace saltar de lo usual del día al día a lo maravilloso o aterrador de sus historias.

Ortiz Gómez, Laura. Sofoco. Laguna Libros. 2021. Impreso

LAURA ORTIZ GÓMEZ

Esta escritora nacida en la ciudad de Bogotá, fue ganadora de la segunda edición del Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica, concurso que busca dar a conocer a autoras colombianas. Las historias de este libro llegan a ser sensoriales para los lectores, pues están llenas de lugares familiares, de imágenes fuertes y de personajes que viven más allá del papel.

Mejía, Andrea. La carretera será un final terrible. Tusquets editores. 2020.

Andrea Mejía

Mejía es una autora de la contemplación, de ver más allá de la imagen lo que encierra y puede contarnos. Su libro La carretera será un final terrible es su primera novela y en ella cuenta la historia de una mujer que intenta escribir un libro encerrada en una montaña. De su mano navegamos entre la belleza, la soledad y los recuerdos de esta mujer que intenta contarnos y también contarse para sí misma su historia.

Quintana, Pilar. Los abismos. Alfaguara. 2021. Impreso

PILAR QUINTANA

Con Los abismos, Pilar Quintana fue la ganadora del Premio Alfaguara de novela 2021. Padres conflictivos, un mundo de obligaciones de hacer y decir las cosas, otra perspectiva de lo que significa la maternidad, plantas que se nos atraviesan o nos esconden, todo narrado desde la voz de una niña, es lo que Quintana nos ofrece en esta novela.

Moreno, Marvel. El tiempo de las amazonas. Alfaguara. 2019

MARVEL MORENO

Esta novela permaneció veinticinco años inédita. Moreno dejó esta novela lista para publicar en 1994 antes de su muerte en 1995, pero su familia durante este tiempo se opuso a su publicación alegando que no estaba a la altura de su anterior novela En diciembre llegaban las brisas. Esta novela nos narra la historia de tres primas en París durante los años sesenta, marcada como es usual en las literatura de Moreno con el costo que tiene ser mujer en el mundo.

Esperamos que disfruten de ésta selección de autoras que tenemos para ustedes, para la revista El Callejón, siempre es una maravilla conocer nuevos talentos nacionales que nos sigan inspirando aún en los días más difíciles.

Reconstruirnos

No es necesario hacer un recuento de todo lo que sucedió el año pasado para decir que éste estuvo lleno de cambios, dificultades y retos. Cualquier persona que vive en la nube de la actitud positiva diría que hay que agradecer que estamos vivos, pero lo cierto es que eso no es suficiente. El dolor de las personas que se fueron y de los sueños que se frustraron queda en nosotros, así como el virus parece también querer quedarse. Es apenas la primera semana del nuevo año y ya en Bogotá volvieron a decretar cuarentena obligatoria en tres localidades, debido al aumento de UCIs ocupadas.

Así pues, debemos preguntarnos nuevamente si debemos agradecer que estamos vivos, o debemos realmente es agradecer lo que estar vivos nos ofrece: la oportunidad de cambiar y de crear. Si tenemos la posibilidad de crear, de reconstruirnos, si tenemos esa mínima posibilidad, tenemos algo que agradecer, aunque la catástrofe nos golpee una y otra vez. De las catástrofes en Colombia tampoco hace falta hacer recuento, lo vemos a diario, lo tenemos en las narices, en el olor de la sangre que nos percude las fosas nasales todos los días. Y eso que las muertes son sólo uno de los terribles males que nos golpea, porque este gobierno se ha caracterizado por estar en contra de la población, en contra de todo lo que le pueda beneficiar o liberar. Un ejemplo de esto es el cierre de revista Arcadia, que, a principio de este año, significó un duro golpe no sólo para los columnistas que allí trabajaban, ni a los artistas a los que la revista les daba un pequeño espacio. Fue un golpe para la ciudadanía, fue quitar una voz que llegaba a las personas para hablarles de algo que en el país tanto escasea: la cultura. Y es que Arcadia se había caracterizado por hacer no solamente un recuento de libros, música o museos, la revista hacía una crítica al Estado a través de la cultura. Con la venta de la casa editorial Semana a un empresario allegado al gobierno, este paso parecía lógico, la pandemia sólo fue la excusa perfecta. Lo mismo ahora con la revista Semana, revista que gozaba de prestigio (no siempre bueno), ahora convertida en un pasquín, sin un verdadero fondo periodístico. Un medio de información vive de sus colaboradores, de sus periodistas, los cuáles revista Semana perdió casi todos en un mismo día.

Por consiguiente, y en vista de la crisis cultural que atraviesa el país con carencia de espacios que alienten a nuevas voces; en El Callejón, como revista cultural, nos proponemos el reto de transformarnos. La situación del país, del mundo y de nosotros como personas nos exige dar la cara hacía los nuevos caminos que se abren. La economía naranja no hará ningún cambio si nadie sabe realmente de qué va, si no hay espacios donde los artistas hablen, si no hay una conexión entre éstos y el público, si solamente sirve para ser una fachada discursiva que beneficia a los que ya están adentro de ella con un rol hegemónico en el medio o otras industrias externas que quieran hacer “arte y cultura” solo porque tienen los medios. La revista El Callejón ha decidido hacer un cambio por aquellos a quienes nos debemos: ustedes los lectores, por la cultura, el arte y los artistas. A partir del próximo mes cambiaremos no solo de imagen y de espacio, sino también de contenido central. Queremos ser un medio en el que cualquiera que le interese la cultura tenga una voz y un lugar, invitarle a hacer parte de la conversación y que así pueda aportar su grano de arena a la actual coyuntura que atraviesan las industrias culturales del país. La pandemia sigue quién sabe hasta cuando, pero nosotros también seguiremos.

Mientras trabajamos fuertemente por abrir este espacio para ustedes, les compartimos un playlist que refleja lo que sucedió en 2020. Un espacio en el que les invitamos a hacer una pausa para mirar atrás y aprender, para mirar atrás y poder seguir hacía adelante.

CONVOCATORIA ABIERTA

CONVOCATORIA NUEVOS COLUMNISTAS

El Callejón está en proceso de renovación

Como un proyecto de periodismo independiente entendemos la importancia de vincular nuevas voces, por este motivo estamos buscando columnistas voluntarios que quieran formar parte de nuestro equipo editorial.

Ten en cuenta los siguientes lineamientos:

  1. Archivo en Word, máximo 500 palabras, letra Times New Roman a 12 puntos, interlineado sencillo.
  2. Tema libre, de preferencia un tema de actualidad.
  3. Cuida la redacción y ortografía.

No te pierdas esta oportunidad para hacer parte de El Callejón

En Defensa de la Familia.

Definir un modelo de familia en el siglo XXI parece una discusión que no ha terminado de desligarse de nosotros como sociedad y lo que es peor, sigue generando estigmas innecesarios. Es por ello que rechazamos los hechos de discriminación presentados en una clínica de la ciudad de Medellín en contra de una familia homoparental el pasado 15 de julio, exponen una delicada problemática que trasciende la condición jurídica de estas familias y pone el foco en los retos sociales que aún enfrenta el país en términos de inclusión.

La sentencia C-071 de 2015 habilitó la adopción consentida por parejas del mismo sexo cuando sea el hijo biológico. De esta sentencia no solo se desprendieron acalorados debates en diferentes estamentos de la sociedad, sino la posibilidad de que en Colombia un menor pueda tener dos papás, dos mamás y quedar debidamente registrado en estas condiciones en su Registro Civil y demás documentos oficiales.

La familia en cuestión decidió igualmente bautizar a su hijo bajo la fe católica y la iglesia aceptó el sacramento y en su registro aparecen sus dos mamás. A pesar de los interminables problemas con la documentación, la familia logró consolidarse jurídicamente como tal y en virtud de la norma adquirir todos los derechos que protegen el vínculo familiar en el país.

Aun cuando jurídicamente el tema parece acabado, la situación a la que se enfrentan socialmente las familias diversas es cuando menos delicada. Las entidades públicas y especialmente aquellas que prestan servicios básicos como la salud, educación, cultura, etc. no pueden continuar negando la existencia de modelos familiares diversos en el país, el condicionamiento a la filiación biológica del menor para la garantía de la atención constituye el desconocimiento no solo de la norma sino también y especialmente de la integridad del lazo familiar.

El derecho a conformar una familia es un derecho humano universal, por lo tanto, inalienable, lo que quiere decir que no puede ser revocado por leyes humanas, no puede restringirse, no puede limitarse, si la Corte Constitucional y el Congreso de la República, depositarios del poder soberano a ellos entregado por el pueblo colombiano han reconocido la existencia jurídica de las familias homoparentales y la han dotado de igualdad ante la ley, ¿quién se cree esta clínica para negar, y en la negación violentar, no solo la existencia sino también la integridad de una familia?

Empezó la horrible noche.

Era un jueves, veintiuno de noviembre. Las ganas que tenía de salir a marchar se habían quedado en el tintero: en la mañana estuve en la oficina y en la tarde trabajando desde la casa. Terminé a eso de las siete de la noche algo agotado. Estuve pendiente de las marchas por redes, mirando contento la cantidad de gente que había asistido, viendo las escenas que ya esperaba de la fuerza pública contra los estudiantes. La fuerza pública debería referirse a los estudiantes y no a los uniformados, pensé. No era fácil ver los vídeos de los enfrentamientos, sólo podía pensar en Carlos, mi novio. Era medio día cuando hablamos, sabía que estaba en la Universidad Nacional. A eso de las tres me avisó que en la universidad habían enfrentamientos entre el ESMAD, encapuchados y estudiantes. Luego de dos horas seguía sin poder salir y tenía hambre. No hay un lugar tan seguro como la universidad, afuera estaban los policías esperando a coger a cualquiera que estuviera pasando. Eran las seis de la tarde cuando al fin pudo salir con unos amigos, esperaron en los alredededores mientras conseguían algo en que irse. No había transporte ni por la calle veintiséis ni por la carrera treinta, caminar no era una opción. Esperaron en una panadería hasta que pudieron tomar un taxi.

Carlos llegó a la casa, comimos y seguíamos pendientes de lo que pasaba afuera. En la universidad todavía quedaban estudiantes, eran casi las ocho de la noche, la horrible noche estaba a punto de empezar. Leímos un tuit diciendo que la policía había entrado a la Universidad Nacional. Carlos y yo nos miramos, sabíamos que teníamos que ir, no sabíamos bien a qué pero no podíamos simplemente sentarnos y pensar que afuera no sucedía nada. Salimos. Íbamos cruzando la veintiséis, mirando como en el carril que va al centro, unos encapuchados seguían destrozando la estación de Ciudad Universitaria. Pasamos la calle justo cuando empezó a llegar a la universidad una docena de matrimonios (pareja en moto compuesta de un policía y un agente del ESMAD). Nos paramos a unos metros de la entrada de la universidad. Habían estudiantes también allí, algunos con tapabocas improvisados tratando de evitar el gas que quedaba en el aire. Creo que todos los que estábamos allí esperábamos lo inevitable, aunque yo no sabía muy bien que era.

A un lado los policías y agentes, al otro los encapuchados. La atención de los uniformados estaba en la universidad, era claro entonces cuál era su objetivo. Bajando por el carril central, junto a la estación de TransMilenio venía un grupo de jóvenes caminando, todavía no había transporte. Intentando evitar a los encapuchados siguieron andando por allí, confiados de que en ese carril sólo había policías. No pensé en grabar, qué idiota, me digo ahora. Los muchachos caminaban lentamente, o todo se empezó a mover lento en ese momento supongo, ya que al momento de pasar por el lado de los uniformados uno de los policías se fue contra uno de los jóvenes y lo tiró al piso. El resto de policías y agentes rodearon a los otros que iban con él. Grité. Me acerqué lo más que pude, al menos que pudieran escucharme: que eran unos hijueputas, que eran unos malparidos, que los soltaran, sólo iban pasando. Y la verdad era así, solo iban pasando, creyendo que era más segura la policía que los que estaban del otro lado, si es que había un “otro lado”. Todos allí gritábamos, algunos más valientes que yo lanzaban piedras. Tenía ganas de hacer lo mismo, de lanzarles piedras, de gritarles más, de soltar toda la rabia de ver una injusticia como esa. Saqué mi celular para grabar lo poco que podía, alcancé a ponerlo en twitter, esperando que alguien pudiera hacer algo, o que al menos más gente pudiera ver lo que yo presenciaba. Al escucharnos y al sentirse amenzados con las piedras, los uniformados nos empezaron a disparar con aturdidoras. Una de las balas de la aturdidora dio contra una pared, cerca a Carlos. Me asusté de sobremanera porque el disparo había sido a la altura de la cara. Por fortuna había fallado. Nos quedamos otro rato, esperando, pensando en qué hacer pero no sabíamos qué. No había nadie de derechos humanos, no había nadie que pudiera ayudarnos, me sentí pequeño e incapaz. Carlos me dijo que diéramos una vuelta alrededor de la universidad, era peligroso pero no queríamos quedarnos quietos. No duramos mucho alrededor, los enfrentamientos de toda la tarde habían dejado una nube densa de gas pimienta. Tuvimos que desviarnos y salir de allí tosiendo y con los ojos llorosos. Salimos a la carrera treinta donde todavía quedaban unos cuantos agentes del ESMAD. En ese momento sólo quería irme a la casa. Seguimos por la avenida intentando no tomar ninguna ruta que estuviera sola, nos habíamos expuesto mucho al caminar solos alrededor de la universidad.

De vuelta a la calle veintiséis nos encontramos con algo que nos devolvía un poco la esperanza: un cacerolazo. Un grupo de personas ahora estaban en la mitad de la calle con ollas y tapas, haciéndolas sonar como si para eso hubieran sido hechas. Íbamos a unirnos cuando en cuestión de minutos volvieron los hombres de negro, venían a callarnos, a parar el ruido que les sonaba amenazador a sus patrones. La misma imagen de siempre: primero el acercamiento lento de los marchantes que se imponen con sus pesados uniformes, luego alguno que levanta el arma, el sonido como el de una pequeña bomba seguido de la nube blanca que empieza a crecer, la gente corriendo, los hijueputazos de los que corren contra aquellos que disparan. Los manifestantes se refugiaron en uno de los barrios cercanos, algunos se quedaron afuera y llegaron cerca de dónde estábamos Carlos y yo viendo todo. Los agentes parecían desesperados por hacer daño, tanto que alguno alcanzó a cometer el error de disparar otro gas a la entrada del barrio. De los edificios cercanos salió gente por las ventanas, a gritar, también con cacerolas. Aparentemente todos habían notado quienes estaban del otro bando ese día. Los agentes de ESMAD se fueron ahora contra los que quedaban afuera, contra los que estaban en el barrio no podían seguir, ya habían demasiados testigos.

Después de otro par de hijueputazos a oídos tapados por un casco negro, Carlos y yo seguimos andando, hasta poder dar con una calle que no tenía policías y que nos llevaba de vuelta a la casa. Caminábamos con precaución, sorprendidos porque Bogotá sonaba, desde todas partes llegaba el ruido de las ollas, algo que nos consolaba en el camino que ahora sentíamos largo. Llegamos un poco más abatidos que antes y simplemente nos sentamos sin decir nada. La impotencia y el miedo nos habían consumido un poco. El miedo para mí ahora tenía otro rostro, ahora andaba de uniforme negro o verde. Sólo podía pensar en esos muchachos que iban pasando. ¿Dónde estarán ahora?, ¿quiénes eran?, ¿qué les habrán hecho? Tantas preguntas que se me agolpaban en la garganta y me consumían la cabeza. No sabíamos que ese era solamente el comienzo del terror y que sólo habíamos probado un poco de lo que serían las noches siguientes.

Mi poder es Resiliencia

Jamás me había sentido tan libre, tan única, tan real, tan yo, que desde el momento en el que descubrí y acepté mi verdadero ser.

En algún momento de mi vida me sentí incompleta, insegura, indefensa, y ahora entiendo el por qué: entiendo que la sociedad e incluso mi propia familia hacían el papel de unas cadenas negras, gruesas y pesadas que desde mi adolescencia apretaban mis pies y mi mente. Lograron hacerme sentir “confundida” e incluso me llegaron a causar miedo hacia mi misma cuando caí en cuenta de la forma en la que veo a las mujeres: con gusto y atracción.

Recuerdo que en ese tiempo me enfermaba muy seguido, me daba gripa, fiebre, tos, sentía un nudo indescriptible en la garganta, que no podía respirar, que mi pecho estaba sofocado. Mi cuerpo estaba exteriorizando cómo mi alma se sentía: silenciada, oprimida, ahogada, con ganas de gritarle al mundo lo que me estaba pasando. Noté que la enfermedad representaba mis sentimientos, y que la mejor manera de sanar no era callando, debía hablar sobre el tema.

Increíblemente fueron las redes sociales las que me iluminaron de ideas y de conocimientos que me faltaban, y comprendí gracias a Twitter, Tumblr, Youtube, unas cuantas series, varias películas y a mi soledad, que esta manera de ver a las mujeres, de sentir algo inexplicable por una de ellas, estaba bien y también era válido. Que no importaba que yo fuese mujer, que yo fuese femenina, que me gustase ser mujer, que yo nunca hubiera estado con un hombre, que sin importar mis condiciones y experiencias, y aunque muchos no lo entendieran, si yo misma lo entendía, lo aceptaba y lo tenía presente, yo misma rompería esas cadenas y se abriría mi mente y podría caminar con tranquilidad…

…y así fue, decidí hablar, decidí (con mucho temor) exteriorizar mis sentimientos hacia mis amigos y algunos familiares. La reacción de la mayoría fue de aceptación y apoyo, exceptuando la de mi madre, ella se negaba a que su hija no fuera nunca a presentarle un muchacho guapo como su novio, a que mis abuelos no tuvieran nietos concebidos de la manera “natural y correcta”, a que los vecinos me vieran en algún momento agarrando la mano de una chica y entrarla al apartamento cada fin de semana, estaba negada a creer que su niña fuera diferente al resto, y sólo pensaba en que esa diferencia la hacia vulnerable ante los peligros del mundo exterior, y promiscua ante los deseos del ser humano. Mi mamá pasó tiempo reprochándome cada salida que hacia, cada plan que tenía, desconfiaba de mis amigas, me miraba el celular cada que podía, stalkeaba mi perfil de distintas redes sociales, trataba de impedir que en las reuniones familiares se hablara de temas LGBTI porque sabía que yo no me callaría, ignoraba las noticias trágicas y tristes que se escuchan seguido sobre la comunidad, ella estaba completamente negada y enojada porque yo estaba totalmente decidida a seguir siendo yo. Fueron días de impotencia y desesperación, tolerar la intolerancia, soportar comentarios dolorosos de tus propios seres queridos, no tener el apoyo de tu madre ni siquiera en la tusa por tu ex y muchas cosas más con las que asimilé que querer hacerle ver y entender la naturalidad de las cosas a alguien que simplemente no quiere cambiar de perspectiva es decepcionante e inútil en cierto punto.

“El Tiempo lo cura todo” dicen por ahí, y aplicó a la perfección en este Coming Out. El tiempo me hizo entender que en el momento en el que yo “salí del closet” mis amigos y mi familia también lo hicieron, que ellos estaban ahí adentro conmigo, que si fue difícil y retante para mi misma aceptarme y enfrentarlo para algunos de ellos también iba a ser complicado, que ambos lados requeríamos de paciencia y comprensión del otro. El tiempo nos dio ese regalo a mi mamá y a mí, por medio de situaciones (no todas positivas) nos permitió aceptarnos la una a la otra, y a pesar de que hay días en los que ni ella ni yo soportamos la realidad de la otra, camino por doquier, hay días que corro, vuelo e incluso nado, pero nunca me detengo, así haya gente que quiera cambiarme el rumbo, que quiera oscurecer el camino, que intente detenerme o que desee que tropiece.

El tiempo está a nuestro favor, y el tiempo se cultiva con paciencia. Mi poder es resiliencia. Y así sucedan cosas negativas seguiré adelante con orgullo, con felicidad, con perseverancia, con determinación y tenacidad, seguiré marchando junto con el resto de seres que ya encontramos nuestra libertad y quienes están en busca de ésta, demostrándole al mundo que ser distinto está bien, y que sin importar que seamos diversos, amamos de la misma manera que los demás, con el alma, las ganas y el corazón.

-NCR.

Cerca del Abismo

A quiénes corresponda:

Antes que nada quiero decir que lo que leerán a continuación no es para alarmarse, aún no es mi carta de suicidio, por el contrario creo que es la forma más bella de demostrarles cuán importantes son para mí, y es por ahora, el único rito que tengo para desahogarme y despejar mi alma y mis pensamientos.

Quiero comenzar citando una canción, esa que dice: “I just want to feel real love, feel the home that i live in. ‘Cause I got too much life (and love) running through my veins, going to waste. I don’t want to die, but I ain’t keen on living either. Before I fall in love I’m preparing to leave her (him).” Así me siento, este año ha sido bastante extraño, realmente se ha hecho a la tarea de golpearme, alzarme y soltarme. Sé que todos tenemos nuestros problemas, ninguno por encima del otro, pero eso sí, todos son diferentes, con diferentes circunstancias y grados de dolor, pero problemas al fin.

Espero no ser incómodo o jarto con estas letras. Realmente deseo de todo corazón que sus vidas estén estables dentro de lo que cabe y ya conocemos, luchen por favor cada día por construirse, por edificarse, solos y en compañía, no se desenamoren de ustedes mismos, yo ya lo hice y es una gonorrea. Recientemente he tenido demasiado sentimentalismo latente en mi respirar, en mi caminar y en mi pensar, lo odio, lo detesto, me hace sentir inútil, me hace sentir vivo y a la vez que estoy muriendo. Voy caminando muy tranquilo y de repente me invaden unas infinitas ganas de llorar, de gritar. La capacidad de asombro se me ha triplicado. Recuerdo que estando en la ciudad de Pasto, al ver un desfile autóctono comencé a llorar sin más, fue algo verdaderamente ridículo.

Mi psicóloga y yo hemos llegado a la conclusión de que hay cosas que buscar dentro de mí, cosas a lo mejor que sanar o corregir. Quién sabe. Lo cierto es, mis queridos, que mi autoestima está herida, bastante herida, ha existido en mi la absurda idea de creer que uno muchas veces no es lo suficientemente bueno para alguien, a todo eso se le junta mi afectividad, yo el más ogro de todos, al que ven seguro de sus decisiones y de sus cosas, paradójicamente temo, mi seguridad no es tan así, no lo es, es una fachada, Me doy cuenta de ello mientras corro por este puente casi destruido por el mucho tiempo después de su construcción, la madera que aún sigue sólida y que piso sin cautela alguna, desprende un olor a vejez, a esos años de los hebreos cánticos, los hebreos misterios. Se han ido mis pensamientos inocentes, al igual que la suavidad de mi piel, se ha ido mi deseo por jugar con los carros en la arena y hasta con las muñecas en el encierro de mi habitación, se ha ido la virginidad de mi mirada, se escapó toda mi marcha, toda mi generación, toda mi devoción, toda mi oración, toda mi vida.  No sé quién me recompensará todos estos años perdidos inundados en mares de llanto, no sé cómo reconquistar esta vida que desde hace algunos ayeres comencé a dejar ir al alcantarillado, no sé si toda esta destrucción tanto de exterior como de intimidad será solamente un breve pasaje, no sé si desee saber más malas nuevas que es de lo único que ha estado rebosada mi biografía. No he sabido nada real, de valor, no sé si este estado de pudrición se canjeará, no sé si algún día deje de pretender que todo pasará, que lo malo se permutará, y que la luz que se mantiene ausente, por alguno de esos milagros que no sé si verdaderamente existan, reaparecerá.

Algo tengo claro, haberlo dejado a él fue la mejor decisión que pude tomar o eso creo, sin embargo está en mí la necesidad de algo intenso, bello y bonito, de compartir y crecer junto a alguien, supongo que son etapas, al tener esa necesidad mi corazón se contamina y se raya con muchos pensamientos e incluso personas.

Académicamente me ha ido bien, he estado estable, con algunas sorpresas, pero bien al fin, sin embargo eso no basta, ni bastará, no es suficiente tener el trabajo de tus sueños, o la estabilidad económica que querías, o por la que te preocupabas, lo que basta son los lazos, de afectividad, de cariño, de compañía, el resto es adorno, es plástico y superficialidad.  Creo que he expresado cosas que no tenía pensado expresar ni compartir, pero sí están escritas aquí por algo ha de ser. Quedan muchas cosas por compartir, pero a lo mejor en otras letras serán.

Me despediré con el fragmento final de la canción inicial: “There is a hole in my soul. You can see it in my face,  it’s a real big place.”

Att:

XXXX XXXXX XXXX

Sin Rencores

Luisa:

Quisiera empezar esta carta diciéndote que no estoy herido, que no me duele, que es el humo del cigarrillo que me hace llorar y que te deseo todo lo mejor. Pero no, no es la manera de empezar una carta. En todo caso quería contarte que el día de ayer los vi en el parque. Ramón está obeso, no sé si tu obsesión con que engordara era solo para que me pareciera más a él. Por cierto, Ramón tiene todavía el paraguas que le presté hace un par de semanas, iba a decir que me lo devolviera pero en todo caso creo que te hará falta a ti cuando él habla: no sabe mover los labios sin mantener la saliva dentro.

Pensarás que escribo esta carta con rencor, pero nada más alejado de la verdad. Yo estoy totalmente tranquilo, la vida me ha enseñado que a todos se les devuelve lo malo que hicieron. Para la muestra un botón: esta mañana sin querer le rompí las ventanas al auto de Ramón. Te digo de todo corazón que fue sin querer, verás, yo quería romperle la testa a tu nuevo novio, pero pensé en que eso podría traerme múltiples problemas. Luego recordé su nuevo Alfa Romeo, un carro bellísimo, único en su clase.  Pensé que eso sería tan reconfortante como pegarle una patada en sus caídos testículos. Creo que así fue, ya que me quedé un rato por el lugar (algo bastante idiota y arriesgado lo sé), y me sentí casi que complacido al ver aquel elefante vociferar y casi llorar al ver su deportivo con mis daños. Dirás que fui excesivo y que Ramón nada tenía que ver, y tienes toda la razón, luego me sentí algo mal y recordé que la culpa era casi exclusivamente tuya. Entonces hice lo que todo hombre sensato haría. No, no me conseguí una jovencita, tampoco dañé tus pocas pertenencias que quedaban en la casa, mucho menos hablé mal de ti, simplemente lo acepté y me fui.  Dejando los rencores de lado Luisa, espero que tengas una buena vida, espero que no me busques nunca más. No me escribas, cambié de correo, de número celular y cerré mis redes sociales. No vayas al apartamento  porque lo vendí (sin querer se valorizó en el último año y me pagaron cuatro veces más de lo que costó). Ahora vivo lejos hasta de mi conciencia y de tu recuerdo.

Pd. Fui yo quien rompió el vidrio de tu cuarto y de Ramón para sacar los dos libros que me robaste, espero no te importe.

Att…