Los últimos meses en Colombia hemos presenciado situaciones convulsas que han despertado sentimientos en todos nosotros, tanto a favor como en contra de las ideas expresadas alrededor del Paro Nacional del 2021. Este suceso se ha destacado de las otras movilizaciones ciudadanas porque parece que –por fin– se ha dado una voz a todas las capas de la sociedad que estaban cansadas de tener que soportar la situación de un país a la deriva. No obstante, existe una voz que a pesar de siempre haber sido de las más fuertes y resonantes a lo largo de la historia está brillando por su ausencia: las artes. En este momento, cuando más se necesita el apoyo de las artes para generar cambios estructurales en la cultura de nuestro país, estas decidieron susurrar en lugar de generar ecos.
Ahora, es necesario ser precisos al respecto cuando hablamos de “las artes”. Si bien hemos visto expresiones artísticas a lo largo de toda la protesta social por medio de música, fotografías, pintura y performances, una gran parte de las instituciones que llevan la batuta de las artes en el país y las personas que se mueven en sus círculos han decido tomar una postura tibia e indefinida ante la situación actual; apuñalando al país y dándole la espalda a la generación de contenidos que ayuden a comprender los retos a los que nos enfrentamos cada día como la sociedad fragmentada que somos.
No ha salido el primer museo de gran formato a socializar de forma continua la situación actual de Colombia, más allá de aquel jueves 13 de mayo cuando varios museos hicieron un paro. Este paro fue un proyecto interesante que proponía convertir los discursos de los museos en algo más interactivo, poniendo al servicio de la ciudadanía sus plataformas y recursos para hacer eco de la situación alrededor del paro a nivel nacional e internacional. Todo sonaba muy bonito y comprometido, pero no pasó más de un par de días, que ni siquiera fueron una semana y estas instituciones regresaron a sus discursos políticamente correctos guardando silencio ante la situación. Resulta frustrante ver cómo muchas de estas instituciones se han quedado cortas de palabras cuando es vital la reproducción de estos espacios para acercar de nuevo a las personas a los museos y comprenderlos desde nuevas perspectivas más allá de gabinetes de curiosidades o sitios con cosas viajes y bonitas. Es necesario que los museos comiencen a ser actores políticos en la sociedad para generar empatía con cada uno de los ciudadanos que los habitan, pues de esta manera se abraza no solamente la identidad y la historia, sino también al otro que no siempre está representado en pinturas y esculturas.
Si vamos al otro lado de la balanza por fuera de las instituciones culturales, vemos que a grandes personajes de la música contemporánea como J Balvin o Shakira han mostrado su indiferencia ante la situación actual. En múltiples ocasiones el cantante paisa se ha escudado argumentando que él es solo un cantante y que, por esta razón, no tiene porque opinar sobre temas políticos. Sin embargo, el “Niño e’ Medellín” ignora que la música puede tener un mensaje político e ir más allá para ser una plataforma que despierte la empatía de otros ante una situación en particular. Nadie le va a pedir a un cantante como Balvin que haga un statement político como lo hacen bandas tipo Pussy Riot porque le faltan huevas, pero que al menos, tenga más empatía con los ciudadanos de a pie que lo vieron crecer. Y es que son muchos los casos de grandes artistas de la industria musical que han alzado su voz en momentos de crisis solidarizándose con sus países de origen; tal como fue el caso de Mon Laferte con su denuncia de los abusos de la fuerza pública de Chile o incluso el de Bad Bunny acompañando las protestas en contra del gobernador de Puerto Rico, pero para Colombia, pedirle empatía a sus artistas exitosos parece que es como pedirle peras a los olmos.
En un país donde las artes viven en los extremos de agonizar o ser opulentas, permitir que quienes llevan el dominio de los espacios que las promueven guarden silencio es ser cómplice de su indiferencia. En contextos artísticos, observar las situaciones del presente desde una perspectiva estética, significa no solo exponer lo disfuncional y absurdo de una sociedad, sino también comenzar a producir resonancias e ideas que nos conduzcan a espacios donde pensar soluciones posibles. Por dicha razón, se hace necesario repensar, cuestionar y politizar cada uno de estos lugares y personas, pues no pueden quedarse estáticos mientras desangran al país cada noche. Los óleos de Andrés de Santa María seguirán en el Museo Nacional, pero los murales que denuncian las necesidades de una sociedad son borrados rápidamente de las calles y de nuestra memoria.